En algo más de cuatro horas hace más de un siglo, en la bahía de Santiago de Cuba la escuadra española del Atlántico, quedó aniquilada por la flota norteamericana. Los barcos españoles siendo más rápidos, con una coraza y armamento más ligeros que los norteamericanos, danzaron con ellos en el baile fin de siglo, y el del comienzo de una nueva era. Era el tres de julio de 1989, y la irrupción de Estados Unidos como potencia en el mundo.
Un siglo más tarde en un mundo globalizado, las fuerzas navales norteamericanas en Iraq cuentan con el apoyo de las fuerzas españolas. La fragata española "Álvaro de Bazán" (según El Mundo), participó en acciones de guerra en la frontera entre Siria e Iraq, como parte del grupo de combate que acompañan al portaviones norteamericano "Theodore Rooselvelt".
Al margen de las disquisiciones, ordenes y contraordenes gubernamentales, dimes y diretes sobre lo que es o no es una guerra, nada habría que objetar en el apoyo español a las fuerzas internacionales, en la lucha contra el terror y a favor de la democracia. Dos naciones amigas habrían participado en acciones conjuntas contra el terrorismo. Otra cosa son las excusas, o justificaciones sobre porqué se ha participado, en lo que hace menos de dos años se repudiaba. Las respuestas las deben de ofrecer los dirigentes políticos, o en caso contrario mediar el Estado de Derecho, para reponer el daño en caso de que la información no fuera cierta. Pero como dice el dicho que cambió la historia de España, este acontecimiento con sus nodrizas consecuencias, nos permite decir con la que en España está cayendo, qué: "más se perdió en Cuba".
José Carlos Navarro Muñoz - Mérida, Badajoz
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