Ley electoral de la Partidocracia- José Carlos Navarro Muñoz- Badojoz
Cuando los ejemplos o ideas sirven para favorecernos, vulgarmente se le llama "llevar el ascua a nuestra sardina". A propósito del Estatuto de marras, el diputado popular Jaime Ignacio del Burgo, propone reformar la ley electoral ya que la actual, garantiza "la dictadura de las minorías". Propone que se debata seria y rigurosamente la reforma, al primar las exigencias de 600.000 votos de ERC sobre Zapatero, antes que a dar respuesta al conjunto de la soberanía española. No faltándole razón en esto y en lo del debate serio, desliza el ascua de "sistemas electorales mixtos" a su sardina partidaria. Es decir, primar a los partidos que obtienen mayorías a nivel nacional, como es el caso del suyo. El PRI y su contrario.
Un debate rigurosamente constitucional pasaría por respetar la soberanía popular, diluida en partidos que responden a un mínimo común político. Las listas abiertas en los partidos interesan al pueblo que vota a quien defiende sus intereses, hasta que deje de ampararlos, dentro del partido que aglutina ideas básicas comunes. Cada vez que el electo decide sobre una ley, recordará sus compromisos y quienes le sostienen. La partidocracia cede a la democracia. La democrática sociedad civil no se ve representada en los actuales partidos, en temas que les competen, como la familia, divorcio, matrimonio, aborto, etcétera. La calle lo ha demostrado. El apoyo del 25% del censo electoral a la Constitución Europea, pese al apoyo de los dos grandes partidos, es un ejemplo de la no correspondencia.
El Tribunal Constitucional protege los derechos del electo frente al Partido, cuando el primero rechaza sus directrices. Lástima que hasta ahora no se haya pronunciado por los derechos de los electores, a garantizarles con su voto el ser pueblo soberano.
Cuando los ejemplos o ideas sirven para favorecernos, vulgarmente se le llama "llevar el ascua a nuestra sardina". A propósito del Estatuto de marras, el diputado popular Jaime Ignacio del Burgo, propone reformar la ley electoral ya que la actual, garantiza "la dictadura de las minorías". Propone que se debata seria y rigurosamente la reforma, al primar las exigencias de 600.000 votos de ERC sobre Zapatero, antes que a dar respuesta al conjunto de la soberanía española. No faltándole razón en esto y en lo del debate serio, desliza el ascua de "sistemas electorales mixtos" a su sardina partidaria. Es decir, primar a los partidos que obtienen mayorías a nivel nacional, como es el caso del suyo. El PRI y su contrario.
Un debate rigurosamente constitucional pasaría por respetar la soberanía popular, diluida en partidos que responden a un mínimo común político. Las listas abiertas en los partidos interesan al pueblo que vota a quien defiende sus intereses, hasta que deje de ampararlos, dentro del partido que aglutina ideas básicas comunes. Cada vez que el electo decide sobre una ley, recordará sus compromisos y quienes le sostienen. La partidocracia cede a la democracia. La democrática sociedad civil no se ve representada en los actuales partidos, en temas que les competen, como la familia, divorcio, matrimonio, aborto, etcétera. La calle lo ha demostrado. El apoyo del 25% del censo electoral a la Constitución Europea, pese al apoyo de los dos grandes partidos, es un ejemplo de la no correspondencia.
El Tribunal Constitucional protege los derechos del electo frente al Partido, cuando el primero rechaza sus directrices. Lástima que hasta ahora no se haya pronunciado por los derechos de los electores, a garantizarles con su voto el ser pueblo soberano.
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